Muchos religiosos enseñan que las almas de todas las personas que han muerto estando perdidas ya están en el infierno, y que las almas de todos los que han muerto siendo salvos ya están en el cielo con el Señor, y basan esa enseñanza mayormente en una incorrecta interpretación de Luc.23:43* y de la parábola del rico y Lázaro, que se encuentra en Luc.16:19-31.
Las parábolas sirven para ilustrar las ideas, pero no debe atribuirse a todas sus partes una significación determinada. El aspecto particular que una parábola presenta de la verdad divina no debe ser interpretado de tal modo que excluya otros aspectos presentados en otras parábolas, o en las enseñanzas más directas de las Sagradas Escrituras.
Algunos se han atrevido a afirmar que la parábola del rico y Lázaro no es una parábola, sino la narración de un hecho real, pero no hay razón alguna para esa afirmación, pues el que la resurrección de los justos habrá de efectuarse en el día final, y no antes, está bien expresado en las palabras de Jesús cuando dijo:
“Y esta es la voluntad del que me envió, del Padre: Que todo aquel que me diere, no pierda de ello, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en Él, tenga vida eterna: y yo le resucitaré en el día postrero.” Jn.6:39 y 40.
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.” Jn.6:44.
“El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna: y yo le resucitaré en el día postrero.” Jn.6:54.
Los seguidores de Jesús así lo entendían, pues cuando la muerte del verdadero Lázaro, su hermana Marta le dijo
al Maestro:
“...Yo sé que resucitará en la resurrección en el día postrero.” Jn.11:24.
Cuando se le pregunta a los religiosos antes dicho cómo interpretan ellos estas palabras de Jesús, dicen que, puesto que el alma es inmortal, el alma de cada uno de los creyentes difuntos ya está en el cielo con el Señor, y que por lo tanto lo que habrá de resucitar en el día final será solamente el cuerpo de cada uno de ellos.
Aunque la inmortalidad del alma no es una enseñanza bíblica, la mortalidad del cuerpo es un hecho evidente, cosa que no pueden negar ni siquiera los que creen en la inmortalidad del alma; luego entonces, aun en el supuesto caso de que el rico y Lázaro hayan sido personas reales, es forzoso admitir que el cuerpo del rico todavía no está en el infierno, y que el cuerpo del mendigo todavía no está en el seno de Abraham. Sin embargo, el Señor Jesús se refirió en la parábola al dedo de Lázaro y a la lengua del rico como si esos miembros de sus cuerpos les acompañaran, en el infierno al uno, y en el cielo al otro, y siendo capaces de ser mojados con agua, que es materia. Eso confirma que la escena presentada en Luc.16:19-31 es sólo en sentido figurado. No puede tratarse de un hecho real o posible, por tanto no sirve de base a la idea de que los muertos están en estado consciente en el cielo o en el infierno.
Si inmediatamente después de la muerte los justos van al cielo, Jesús le hubiera dicho a su amigo: “¡Lázaro, ven ABAJO!”, pero la prueba de que Lázaro no estaba en el cielo, sino dentro de la cueva, es que Jesús “clamó a gran voz: Lázaro, ven FUERA.” Jn.11:43.
No debemos interpretar mal a Fil.1:20-25. Aquí el apóstol Pablo, ya viejo, enfermo y preso, sabiéndose muy cerca al martirio, dijo que para él el morir era ganancia, por lo cual ya deseaba ser desatado del cuerpo y estar presente con Cristo, lo cual le era mucho mejor. Pienso que no dijo eso el apóstol porque creía que al morir llegaría inmediatamente a la presencia del Señor; sino que lo dijo porque estaba consciente de que al morir quedaría totalmente inconsciente, de modo que el tiempo transcurrido entre su muerte y su resurrección le parecería sólo un abrir y cerrar de ojos.
También 2Cor.5:8 ha sido mal interpretado. Aquí no quiso decir el apóstol que deseaba morir para inmediatamente estar en la presencia del Señor. Desde el versículo primero de ese capítulo él viene comparando la muerte física con una casa que se deshace, y también con una persona que se desviste para después volver a ser vestida. Al mismo tiempo compara a los que tengan la dicha de estar vivos, y ser transformados en la segunda venida de Cristo, con una persona que es sobrevestida sin haber sido desnudada; y es esto último lo que él consideraba preferible: "partir del cuerpo, y estar presentes al Señor" sin haber pasado por el proceso de la muerte. Por eso dijo: "porque no quisiéramos ser desnudados, sino sobrevestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida".
En cuanto a Apo.6:9-11, téngase en cuenta que tampoco es el relato de un hecho real, sino de una visión. No dice ahí que las almas de los mártires ya estaban realmente disfrutando de la presencia del Señor, sino que simbólicamente estaban «en la ceniza», debajo del altar, donde se les dijo “que reposasen todavía un poco de tiempo, hasta que...” Ese estado de reposo es a lo que algunos llaman «muerte temporal» y otros llaman «sueño del alma», pero llámese de una u otra forma, lo cierto es que da a entender un periodo de inactividad e inconsciencia del que habrán de salir el día de la resurrección. Aunque en visión Juan oyó que las almas clamaban en alta voz, ese clamor es semejante al de la sangre de Abel. Cuando Caín mató a Abel, Jehováh le dijo:
“...Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde el polvo de la tierra.” Gén.4:10.
Y en Heb.12:24 dice que “la sangre del esparcimiento habla mejor que la de Abel”, pero, puesto que la sangre derramada no tiene voz, no puede clamar; por tanto, forzosamente también hay que interpretar ese clamor en sentido figurado. Apo.6:9-11 tampoco apoya la idea de que actualmente los muertos están en estado consciente.
No es desagradable la idea de que los salvados vayan entrando al cielo según vayan muriendo en la tierra, pero, ¿se puede admitir la idea de que los impíos van cayendo al infierno tan pronto mueren? Es incompatible con la justicia la idea de que alguien pueda estar en el infierno desde mucho antes de ser juzgado. El castigo de los impíos está señalado para el día del juicio: Mat.10:15; 11:22 y 24; 12:36; Mar.6:11; 2Ped.2:9, y el juicio final no es inmediato a la muerte de cada cual, pues las Escrituras claramente fijan el juicio para el día postrero. Así lo dijo Jesucristo:
“El que me desecha, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue: la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero.” Jn.12:48.
Y también el disfrute de la salvación está reservado para el día postrero, pues el apóstol Pedro escribió:
“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos ha regenerado... para una herencia incorruptible, y que no puede contaminarse ni marchitarse, reservada en los cielos para vosotros que sois guardados en la virtud de Dios por fe, para alcanzar la salud (salvación) que está aparejada para ser manifestada en el postrimero tiempo.” 1Ped.1:3.
Por lo antes expuesto queda aclarado que actualmente los muertos no están en el cielo ni en el infierno; sencillamente permanecen muertos hasta el día de la resurrección.
Ob. B. Luis, Miami, diciembre 9 del 2001
* Para una amplia explicación de Luc.23:43 ver el artículo titulado: ¿Dónde está el Paraíso?
|